Milton Zonta SDS
Creo que estamos viviendo una época de gracia y bendición en la Iglesia. El Sínodo que está teniendo lugar en el mundo, en todas las comunidades y en toda la Iglesia, este itinerario sinodal es realmente una bendición para la Iglesia. Es un tiempo del Espíritu. Porque creo que el Sínodo está recuperando realmente un elemento central del Concilio Vaticano II: la eclesiología, que consiste en caminar juntos como Pueblo de Dios.
Para mí, el Sínodo es una bendición para nuestro tiempo y tenemos que acogerlo con alegría y vivir profundamente este proceso. Por eso creo que la contribución de la Vida Religiosa es estar en las fronteras. Es estar allí con los pobres y dar testimonio de una Iglesia viva. Aquellas que fueron las palabras y los gestos de Jesús, hacerlos presentes en estas realidades en las que estamos trabajando.
Creo que la Vida Religiosa debe buscar siempre su lugar en las fronteras, cerca de las realidades de las periferias humanas y existenciales, en las que, con los diferentes carismas que tenemos. Allí estamos llamados a dar testimonio siendo presencia de la Iglesia y del Evangelio.
Aquí, por primera vez en la historia, tuvimos un encuentro internacional de los Superiores Mayores de la rama femenina y de la rama masculina. Fue realmente un tiempo de gracia. Un tiempo de belleza. La posibilidad de ver la variedad de carismas que componen la Vida Religiosa. La posibilidad de ver esos carismas trabajando juntos, sin intrigas, sin competencia, sino repitiendo aquí la experiencia de la sinodalidad. Diferentes lenguas, diferentes contextos, diferentes experiencias del mundo. Todos caminando juntos. Escuchando al Espíritu. Escuchándonos unos a otros, para poder caminar y aprender este nuevo camino que la Iglesia nos propone. Es decir, caminar en sinodalidad, caminar juntos, trabajar juntos, rezar juntos.
Vivimos realmente este tiempo de gracia y bendición, y debemos acogerlo con alegría y gratitud.
